Vuelta al cole

 

Septiembre está a la vuelta de la esquina y tanto padres como niños están temerosos por la vuelta al cole. Libros nuevos, material, uniformes si los hubiere…

Siempre me gusta hacer la misma pregunta tanto a padres como a niños. ¿Te apetece volver al cole? Las respuestas son diversas dependiendo del rol que realicen los padres, aunque los niños casi siempre – salvo algunos que se aburren como ostras en el verano – responden que no quieren ni oír hablar del regreso.

Los padres que trabajan quieren que vuelva la rutina, que comiencen el colegio y las actividades extraescolares lo más pronto posible. Durante el verano tienen que hacer cuadrantes entre los campamentos, los abuelos, el pueblo… Es por ello que muchas Comunidades Autónomas han ido adelantando poco a poco los inicios del curso escolar. Atrás quedaron los tiempos donde se comenzaba el famoso quince de septiembre. Este año en Madrid el curso escolar comienza el ocho. Me sorprende que la conciliación familiar pase por adelantar las clases en vez de apostar por parte de las empresas por un horario más flexible durante este periodo estival.

Que los padres tengan ganas de que comience el colegio puede llegar a entenderse porque el verano supone una sesión extra de estrés cuando hace más calor. Para los padres todos los veranos se celebran juegos olímpicos con los hijos: petanca, palas, ciclismo, natación, salto de olas… y al final algunos ven en el trabajo un lugar más tranquilo y relajado.

Para los niños la vuelta al colegio supone un retorno a la rutina, a pasarse horas sentados en una silla, a jornadas maratonianas de deberes y estrés…

Confieso que a mí tampoco me gustaba volver al colegio.

Cuando recibo la negativa de los niños a volver al colegio siempre les pregunto si acaso no quieren volver a ver a sus compañeros y amigos. Enseguida me responden que sí, pero lo que no quieren es volver a clase porque es un rollo. No puedo evitar empatizar con ellos. Me hace recordar lo que sentía y pensaba a su edad. Aunque en mi época no teníamos ni libros tan coloridos, ni pegatinas para realizar fichas, ni recursos interactivos… Entonces, ¿significa que eso no aporta para hacer la enseñanza más atractiva?

Me temo que no. Ahora se piensan que metiendo ordenadores en el aula los alumnos estarán más motivados e interesados en las materias. Es más, creen que aprenderán mejor y se acercarán a la tan famosa enseñanza de la excelencia. La ansiada excelencia, sobre todo por los políticos, basada en exámenes y pruebas que pueden medir la memoria y no realmente unos conocimientos. Entonces, ¿qué debemos hacer para que sea interesante el conocimiento?

Hay una corriente de colegios que comienzan a apostar por la enseñanza por proyectos. No potencia el uso del libro, rompiendo así el modelo tradicional y transmisivo. Se busca que el profesorado junto con el alumnado desarrollen el propio contenido, basado en los intereses e inquietudes de los discentes, convirtiendo el proceso de enseñanza-aprendizaje en un proceso activo.

Con este tipo de método se consigue competencia comunicativa tanto por los docentes como por los discentes. Incita a la curiosidad. Los alumnos junto con el profesorado determinarán un tema de interés sobre el que se diseñará todo el proyecto. El proyecto está en manos de los alumnos, siempre bajo el apoyo y supervisión del profesorado. El proyecto tendrá fases colectivas e individuales, lo que permitirá conseguir las competencias y objetivos marcados.

Uno de los aspectos más importantes y destacables de este método es que se parte de situaciones reales. Los alumnos pueden dar respuesta a casos de la vida y pueden conocer mejor su entorno y les permite experimentar. Además, el método por proyectos permite una flexibilidad que favorece las individualidades y facilita la inserción de aquellos que tengan problemas de aprendizaje. Los ejercicios no son repetitivos y están movidos por la emoción para con la ejecución de un proyecto. Muchos estudios avalan que la emoción y la motivación es fundamental para conseguir un aprendizaje significativo. Los pedagogos suizos Ruf y Gallin hacen hincapié en la necesidad de encuentros auténticos entre los estudiantes y la materia. (Medina, 2015, p.126)

En los últimos meses se ha hablado mucho del sistema educativo y de innovación, pero al final no existe ese cambio cuando se pretende enseñar lo mismo que hace un siglo. Las clases cambian físicamente pero no cambia nada del contenido.

Hace unos meses se pudo visitar en Madrid la exposición Giner, el maestro de la enseñanza moderna en la Institución Libre de Enseñanza. La exposición hacía un recorrido desde Julián Sanz del Río, que introdujo el krausismo en España, hasta el fin de la Institución Libre de Enseñanza (ILE).

En la exposición se podían leer textos como los siguientes:

Si veis en la escuela niños quietos, callados, que ni ríen ni alborotan, es que están muertos: enterradlos.

La escuela no es un escaparate donde se exponga la obra hecha; es un taller, cuyas máquinas se mueven sin descanso, donde no han de hacerse cosas distintas a las que el niño está viendo en la vida a todas horas. Memoria a la junta general de accionistas de la ILE 1879.

Giner defendía la importancia de observar y meditar mediante excursiones y viajes. Profesaba igualdad de derechos de género humano y defensor de la escuela mixta. También fomentó el acceso a mujeres a estudios superiores e investigación. Sin duda un gran innovador para la época y hoy en día. Lo sorprendente es que ya exponía soluciones que la tan afamada Finlandia realiza. En los colegios finlandeses se aprende a cocinar, a coser, a respetarse a uno mismo y a los demás… cosas importantes del día a día.

Creo que si un niño va al colegio «a enredar» cocinando, experimentando, visitando, construyendo… estará deseando volver. Si tiene que ir a un colegio donde tiene que pasarse gran parte de la jornada sentado y escuchando a un profesor y al salir hacer una batería de deberes, es normal que no quiera regresar.

Entonces me pregunto, ¿habrán hecho los profesionales en educación sus deberes en verano? Muchas veces me sorprende encontrarme con profesores que no saben si estarán al siguiente curso con la misma clase o en el mismo centro. Algunos me dicen que  «los de más antigüedad eligen primero», «eso se verá en el claustro de septiembre».  Así no se puede plantear nada. Al final, lo más rápido y cómodo es seguir el libro de texto.

A veces se carga contra el profesorado, cuando conozco casos que viven la enseñanza, y no siempre son las nuevas generaciones. Me he encontrado con profesoras a punto de jubilarse con más ganas que uno que lleva poco. Es cuestión de pasión por la enseñanza. Entendiendo por enseñanza la relación que se establece de enriquecimiento mutuo entre docentes y discentes. Pero desde hace años la enseñanza se ve como una transmisión de conocimientos del profesorado hacia los alumnos, convirtíendo la enseñanza en un proceso de emisión y recepción sin ningún tipo de realimentación.

Por lo tanto, que la vuelta al cole sea deseada por los estudiantes pasa por la remodelación de todo el sistema y por la implicación de los agentes de la educación. Aunque no me gusta comparar nuestro sistema con el finlandés por muchos motivos, enlazo el video de este minireportaje de Michael Moore donde se pueden ver lo diferente que es la enseñanza de ese país tan aclamado en los últimos informes – repito, tiene sus peculiaridades  y no podría copiarse al cien por cien, pero sí algunas cosas -.

En España, en primaria, muchos comienzan el curso realizando un examen para ver cuánto se les ha olvidado durante el verano. Bienvenidos, siéntense, seguimos como siempre.

Bibliografía

DOMINGUEZ GARRIDO, M.C. Y MEDINA REVILLA, A. (2015). Didáctica. Formación básica para profesionales de la educación. Madrid: Universitas.

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